15/05/25 | Noticias
Por Marcelo Halperin Instituto de Integración Latinoamericana de la Universidad Nacional de La Plata
Cuando se trata de caracterizar la presente guerra comercial aparece una disonancia que no se manifiesta en la controversia sobre los obstáculos y las distorsiones al comercio. Se trata de una divergencia larvada y que parece condicionar, una y otra vez, las posiciones asumidas por Estados Unidos (EUA) y China (RPC). En síntesis: están en juego concepciones diferentes acerca de los espacios territoriales y los tiempos históricos.
Una interpretación acertada sobre las diferencias en ambas dimensiones facilitaría la exploración del futuro de las sociedades latinoamericanas que, por su dependencia estructural, deben asimilar en los propios espacios y tiempos distintos conflictos desatados fuera de su órbita y cuyas consecuencias difícilmente pueden controlar.
Ayer y hoy
A propósito de la configuración de los espacios territoriales, durante las últimas décadas del siglo pasado debió asumirse un agudo proceso de internacionalización de los mercados internos. Ocurrió que al permeabilizarse las fronteras entre los Estados siguiendo el afiebrado ritmo tecnológico de la expansión capitalista, se alteraron los vínculos intergubernamentales y las relaciones entre gobiernos y corporaciones transnacionales tanto en los países centrales como periféricos.
Las negociaciones comerciales ya no pudieron circunscribirse al sub-universo de bienes "transables". En cambio se impuso la necesidad de acordar regulaciones para cada vez más numerosas actividades desplegadas al interior de los territorios nacionales. Este fue el rasgo innovador del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN; NAFTA). Y su impronta se proyectó sobre las negociaciones multilaterales de la Ronda Uruguay del GATT que desembocaron en la recreación del multilateralismo adoptando un formato polifacético: la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Al cabo de treinta años de vigencia, las disciplinas y procedimientos de la OMC ya no logran encauzar los conflictos desatados por la conquista de mercados y que atraviesan territorios nacionales cuyas fronteras han quedado económicamente desdibujadas a partir de aquella dinámica global.
¿Un tiempo uniforme o tiempos que se superponen?
Las aceleradas transformaciones tecnológicas que animan los procesos de acumulación y reproducción capitalista estarían teniendo efectos asincrónicos y aun disruptivos sobre los principales contendientes: EUA; RPC; y las corporaciones transnacionales, en especial dentro del sector de la información y las comunicaciones (TIC).
Si estos contendientes debieran responder no tanto a un desafío común sino más bien a los apremios relacionados con sus distintas necesidades y pretensiones, entonces los desacoples obstaculizarían la posibilidad de alcanzar instancias transaccionales y hasta podrían entorpecer la concertación de reglas para encauzar los conflictos en curso.
EUA: el tiempo perdido
Las alusiones al tiempo perdido por una política económica y comercial equivocada habían dado lugar a reiterados lamentos de Katherine Tai, Secretaria de Comercio en el gobierno de J. Biden. Una pieza oratoria digna de atención fue la ofrecida por esta funcionaria en el Open Markets Institute el 15 de junio de 2023 bajo el título: "¿En el próximo sistema mundial podrá la política comercial de EUA proporcionarnos más seguridad, democracia y prosperidad?"
Sus definiciones fueron contundentes. Según la perspectiva del gobierno demócrata las cadenas de suministro se mostraban frágiles y la globalización era insustentable. Luego descalificó la teoría tradicional que relacionaba los beneficios del libre comercio con el desempeño de las empresas transnacionales. A juicio de la Secretaria Tai ya resultaba inverosímil la tan ajetreada presunción sobre el derrame ("trickle down") de dichos beneficios sobre los trabajadores, las pequeñas empresas y, en general, sobre la población norteamericana.
¿Cómo se había llegado a una instancia crítica como la denunciada? Según K. Tai la misma política económica seguida por los sucesivos gobiernos de EUA indujo a las corporaciones transnacionales de origen norteamericano a caer en brazos de la RPC. Pero simultáneamente incidieron las maniobras de la RPC para atraer actividades productivas con el señuelo de la eficiencia y los menores costos a fin de consolidar su economía manipulando esos costos y controlando industrias claves hasta transformarse en proveedor dominante de muchos bienes y tecnologías estratégicas. Y cabe resaltarlo: este carácter estratégico hace referencia al uso dual (comercial y militar) de distintas innovaciones en el área de las TIC.
EUA: tiempos de recomposición
Abundan los cuestionamientos sobre la utilidad de las herramientas arancelarias y con respecto a las tácticas extorsivas mediante las cuales, como en un pasado no tan lejano, el gobierno de D. Trump está procurando imponer acuerdos bilaterales de administración del comercio. En este aspecto D. Trump agudiza la posición defensiva de EUA pero ignora aquellas imputaciones a las corporaciones transnacionales de origen norteamericano y, por el contrario, presume que bajo el amparo arancelario regresarán a su redil.
"¿Podrán las negociaciones comerciales recíprocas de Trump hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande?", se preguntaron tres especialistas como Warren Maruyama, Meghan Anand y William Alan Reinisch el 30 de abril de este año en una nota para el prestigioso Center for Strategic and International Studies (CSIS). Respondieron que " (...) al final, es poco probable que las medidas arancelarias reduzcan significativamente el déficit comercial de EUA o conduzcan a una ola de nuevas inversiones a largo plazo en fábricas estadounidenses, dada la incertidumbre que rodea la política comercial de EUA y el lejano horizonte para recuperar inversiones importantes en instalaciones de fabricación tecnológicamente avanzadas..."
RPC: tiempos de paciencia y perseverancia
En BBC News fechada el 24 de abril de este año, se publicó un comentario que firma Koh Ewe titulado "Cinco fortalezas de China en la guerra comercial con Estados Unidos". Allí está expuesta en pocas palabras la creencia generalizada: "China, como régimen autoritario, también tiene un umbral de dolor más alto, ya que le preocupa mucho menos la opinión pública a corto plazo".
De modo que para la RPC los tiempos que corren no parecen coincidir con los de su principal antagonista. Según el autor de la nota, mientras EUA "perdía" su tiempo, la RPC fue ganando el suyo incrementando la red de acuerdos y compromisos hasta consolidarse como el principal socio comercial de más de sesenta países (entre ellos Brasil, Chile, Perú, Ecuador...).
En otras palabras: la RPC utilizó el tiempo a fin de ir ganando mercados, esto es, mayor espacio territorial.
Por lo demás, la RPC correría con ventaja en un terreno tan intangible como definitorio: la capacidad de tolerar privaciones (¿resiliencia?). Y con un agravante para quienes asimilamos concepciones acuñadas por la cultura "occidental": se trataría de una ventaja competitiva derivada del autoritarismo político.
América Latina: el tiempo negado
Para poder apreciar la situación y perspectivas de los países latinoamericanos habría que atender a dos constataciones: las modalidades bajo las cuales tanto EUA como la RPC ejercen presión sobre los territorios periféricos a fin de apropiarse de materiales críticos; y el tiempo que insumiría una eventual estabilización de la economía mundial.
Acerca de las modalidades de apropiación de dichos recursos primarios, en el caso de EUA ya se había hecho notoria durante el gobierno de J. Biden la insistencia para negociar con países latinoamericanos acuerdos circunscriptos a su explotación y al trazado y preservación de cadenas internacionales de suministros. Estos convenios pueden reemplazar o superponerse a tratados de libre comercio (TLC) que cubren una materia negociada mucho más extensa.
Por su parte, la RPC ha venido demostrando creciente voracidad como consumidor de minerales críticos sin refinar en África, Asia y América Latina. Simultáneamente y sobre la base de su capacidad de acaparamiento se destaca como proveedor y regulador de precios en insumos y productos esenciales para las TIC.
Con respecto a la evolución de la guerra comercial, la reciente nota publicada por el CSIS y comentada más arriba tacha de inverosímil la pretensión norteamericana de resolverla a corto plazo mediante acuerdos bilaterales. En tal sentido, los autores destacan lo ya conocido: el comercio internacional desde hace décadas no está supeditado sólo a los aranceles. El mayor peso de las restricciones recae sobre una variedad de medidas no arancelarias firmemente instaladas en el mundo entero (incluyendo a EUA y a la RPC), bajo el reconocimiento multilateral, los casi cuatrocientos TLC registrados en la OMC como "acuerdos regionales" y en incontables previsiones legales internas.
Contando con estas estimaciones, los países latinoamericanos deben afrontar dos desafíos: por un lado sostener una práctica negociadora de amplio espectro, que puede ser enmarcada por los TLC y nunca por compromisos circunscriptos a garantizar explotaciones primarias y cadenas de suministro de los recursos extraídos de sus territorios. Y, por otro lado, resistir las imposiciones para concertar exclusivamente TLC con uno de los contendientes (sea EUA o la RPC) a expensas del otro.
En este aspecto, habida cuenta de la variedad de materias negociadas en un TLC, se amplían las perspectivas para obtener compensaciones (overall balance) frente a posibles prácticas restrictivas o invasivas de las contra-Partes. Y al concertar la articulación de sus economías bajo este tipo de formato en ambas direcciones (como ya lo han hecho Chile, Perú, Costa Rica y Nicaragua), aumentarán también las posibilidades de contrapesar eventuales obstáculos e intimidaciones provenientes de una u otra contra-Parte.
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