20/12/24 | Noticias
“La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que no significa nadaâ€.
WILLIAM SHAKESPEARE, “Macbethâ€, Acto Quinto, Escena V.
Los sesenta y cinco años últimos de la integración en América Latina parecen también un cuento contado por un idiota.
La historia de la integración en nuestro continente es la historia de los fracasos. Y los fracasos son por unanimidad. Constituyen una parte importante del “realismo mágico†de nuestro continente, que no lo inventó precisamente GarcÃa Márquez. Veamos algunos:
La Asociación Latino Americana de Libre Comercio (ALALC) se propuso por el Tratado de Montevideo de 1960 poner en funcionamiento un área de libre comercio para el 31 de diciembre de 1973. Ya años antes se comprendió que para esa fecha no se alcanzarÃa el objetivo. Entonces, en Caracas en 1969 se le prorrogó hasta el 31 de diciembre de 1980. Atención con el verbo “prorrogarâ€. Es el más conjugado por la integración latinoamericana. Todos los plazos “se prorroganâ€.
La Asociación Latino Americana de Integración (ALADI), sucesora de la ALALC, en el ArtÃculo 1º del Tratado de Montevideo 1980, que la creó, estableció como objetivo la creación de un mercado común latinoamericano “a largo plazoâ€. ¿Qué significa “largo plazoâ€? ¿Cincuenta años, cien años, un milenio? No lo sabemos, lo que sà sabemos es que en 44 años no se ha llegado y ni siquiera se puede intuir cuándo llegará. Por el momento la creación de un mercado común en América Latina es una utopÃa más grande aún que la de Tomás Moro.
El Mercado Común Centro Americano (MCCA) creado por el Tratado de Managua, también de 1960, tuvo por objetivo la creación de un mercado común. Hasta ahora no se ha alcanzado.
El Grupo Andino creado por el Acuerdo de Cartagena de 1969 ha aumentado y disminuido con el correr del tiempo la cantidad de paÃses asociados. Ahora se llama Comunidad Andina de Naciones y está formado por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Y al igual que el Mercosur no ha alcanzado todavÃa, después de cincuenta y cinco años, ni siquiera una unión aduanera.
El Mercado Común del Sur (MERCOSUR), basado en el Tratado de Asunción de 1991, estableció la creación de un mercado común para el 31 de diciembre de 1994. Ante la imposibilidad de llegar al objetivo en el plazo establecido, se decidió formar una unión aduanera, no un mercado común. Un objetivo más modesto y al parecer entonces más posible de alcanzar. El plazo fue en principio para el año 2000 y luego de sucesivas prórrogas la última norma al respecto estableció que la unión aduanera estarÃa en funcionamiento “a más tardar†en el 2019. Algo que, obviamente, tampoco se cumplió, con el agravante de que actualmente no tenemos fecha para ponerla en funcionamiento. Total ¿para qué, si después no se cumplirá? La mitad de las normas obligatorias que dictan los órganos del Mercosur no son internalizadas en los Estados Miembros. ¿Quién tiene la culpa?
El Mercosur y la integración latinoamericana siguen flotando en el vacÃo de la nada. Hay que reconocer algunos pocos logros que sin duda existen. Pero, lo fundamental, los grandes objetivos, nunca se han cumplido. No podemos echar la culpa de esto a nadie más que a nosotros mismos, principalmente a nuestros gobernantes, dirigentes y empresarios, que por diversas causas: incapacidad, falta de voluntad integracionista, mantenimiento de sus privilegios y otras causas innobles no han puesto en marcha la verdadera integración, algo que para nuestros paÃses es más que necesario: es la única salida posible que tenemos de nuestros problemas eternos. No le echemos la culpa al imperialismo de los poderosos del mundo de cualquier color, ni a la mala suerte, ni a las diferencias entre los paÃses. Algo, esto último que se dice demasiado frecuentemente: se mencionan las asimetrÃas. Claro que existen las asimetrÃas, pero tráiganme un ejemplo de dos paÃses simétricos. No hay. Todos los paÃses del mundo son asimétricos. No hay dos paÃses que sean iguales. Decir que el Mercosur no ha funcionado bien por las diferencias notorias entre la economÃa del Brasil y la de los otros Estados Partes, es un infantilismo. Las diferencias entre las economÃas de Alemania con Malta o Chipre, o las de Francia con Portugal o Estonia, son mayores que las de Brasil con Paraguay. Y eso no ha impedido que la Unión Europea sea el mejor ejemplo de la historia de la integración entre paÃses, simétricos o no.
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