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17/07/24 | Noticias

Incógnitas mundiales en el escenario de nuestro comercio internacional

Image Por Marcela Cristini y Guillermo Bermúdez / Fundación FIEL –

Argentina transita un año comercial externo que va mejorando y podría ser el comienzo de un cambio importante hacia un patrón más diversificado de productos y hacia alianzas estratégicas más inteligentes con nuestros principales socios. No obstante, hay riesgos externos que deben monitorearse en espera de acciones locales que construyan una nueva agenda de inserción internacional para el país.

Varias novedades siguen fortaleciendo el nuevo rumbo de la economía argentina en 2024 instaurado a partir del cambio de autoridades nacionales. El presidente Milei ha ido modificando, con el correr de los primeros meses de gobierno, varias iniciativas e instrumentos que había anunciado al tomar el cargo sin que ello afecte el rumbo elegido hacia una economía desregulada y orientada por los mercados.

En el plano del comercio exterior, los avances desregulatorios aún no fueron acompañados por la instauración de un nuevo régimen cambiario y también se ha demorado la reducción de la elevadísima carga impositiva sobre los flujos de mercancías y servicios. No obstante, la normalización paulatina de la economía junto con un menor nivel de actividad local ha empujado a una mejora sustantiva en el balance comercial. Así, el balance externo de mercancías de los primeros cinco meses del año sigue mostrando un aumento muy importante de las exportaciones (12,5% con respecto a igual período del año anterior). Este avance se vuelve más significativo cuando se advierte que en los primeros meses del año los precios de nuestros bienes exportables declinaron un 8%. Del lado importador, las compras al exterior se contrajeron a partir de la condición recesiva del mercado local, cayendo un -26%. En consecuencia, el saldo del balance comercial alcanzó los USD 8.812 millones.

A la vez, nuestro comercio exterior de mercancías de estos primeros cinco meses sigue repitiendo dos patrones históricos. El primero se refiere a los principales productos transados y su posición neta exportadora. Este patrón se ha conformado en los últimos 30 años con la consolidación de la agroindustria de oleaginosas y el intercambio comercial automotriz dentro del Mercosur, como principales adiciones al patrón anterior caracterizado por los productos agropecuarios y los combustibles El segundo patrón corresponde a la concentración de nuestro comercio internacional en nuestros socios principales. Esto ocurre a pesar de nuestra condición de global trader con envíos a más de 150 países en el mundo.

Mirando con mayor detalle el patrón de productos, en el Gráfico 1 se observa la evolución histórica por grandes rubros y en el Cuadro 1 (tomado de la base de datos del INDEC) se describe el saldo neto de divisas por principales productos. Allí se aprecia la importancia de los aportes de la agroindustria a la producción de divisas para el país, comenzando por las exportaciones de carne, de cereales y de derivados de los oleaginosos (harina de soja y aceites). También la pesca hace una contribución importante.

El resto de los capítulos que tienen aportes positivos corresponden a combustibles y metales preciosos. En el rubro de la agroindustria hay un saldo negativo significativo en porotos de soja dado que se importan como materia prima desde Paraguay para el abastecimiento de la industria de subproductos oleaginosos, ampliamente superavitaria. Es decir, la agregación de valor se realiza localmente para luego exportar los subproductos. En el resto de los capítulos relevantes de exportación, los saldos resultan negativos debido a las diferencias de especialización entre los países. Particularmente, la Argentina exporta productos químicos y farmacéuticos y automotores, pero las industrias locales no pueden cubrir todo el espectro de la demanda, que en parte resulta atendida con importaciones. En el caso de los bienes de capital, esa diferencia es más marcada con una mayor dependencia de los productos importados.

Con respecto al patrón geográfico de nuestro comercio de mercancías, desde mediados de los 2000 una parte importante del comercio, cuando se toman los países individualmente, se concentra en Brasil, China, los Estados Unidos, Chile e India como protagonistas (casi 50% del flujo exportador y más del 50% del flujo importador). Esta grilla se concentra aún más cuando se considera a la Unión Europea en su conjunto, ya que este socio histórico de nuestro país ha mantenido su importancia hasta el presente (ver Gráfico 2 y Cuadro 2, tomado de la base de datos de INDEC).

En los primeros cinco meses del año las exportaciones repiten el mismo patrón de destino comentado. En cambio, las importaciones se encuentran más concentradas y el 70% de ellas proviene de nuestros principales socios. En el caso de la Unión Europea, pero especialmente en el caso de China, el balance comercial resulta negativo. En el caso de Chile, como ocurre con el resto de los numerosos países con los que la Argentina comercia, el saldo resulta positivo dado que se trata de países importadores de materias primas básicas alimentarias o productos de la agroindustria. Brasil destaca como socio comercial de la Argentina, con un resultado comercial que varía en el tiempo atendiendo a las fluctuaciones de actividad en cada país y del tipo de cambio bilateral.

Este último patrón de nuestro comercio, el geográfico, enfrenta en la actualidad diversos desafíos que no dependen solamente de las acciones locales, aunque el escenario general muestra un pronóstico bastante satisfactorio. En efecto, la Organización Mundial del Comercio (OMC) adelanta que el volumen del comercio mundial de mercancías aumentará un 2,6% en 2024 y un 3,3% en 2025, después de la contracción en 2023 (-1,2%). Atribuye esa mejor situación a la recuperación de las demandas de los países más avanzados luego de un período de altas tasas de interés que buscaron controlar la inflación post-pandemia (2021-23). Nuevamente se espera que los países del Este Asiático sean el motor de este escenario de reactivación comercial, pero también los Estados Unidos harán un aporte decisivo a través de una expansión de sus exportaciones.

Los países de América del Sur, según la OMC, mostrarán un comportamiento promedio con una reactivación considerable de su crecimiento total y su comercio exterior.

Por su parte, los desafíos presentan una diversidad de problemas. En el caso de China, la competencia comercial y económica con los Estados Unidos y el reciente reconocimiento de una competencia similar por la Unión Europea, han llevado a un conjunto de medidas proteccionistas por parte de estos países avanzados y a un conjunto de medidas de represalia comercial por parte de China. Aunque los flujos comerciales más afectados son los correspondientes a tecnologías avanzadas (autos eléctricos, paneles solares y servicios digitales), el clima de negocios entre los contendientes oscila entre el “decoupling” (desacople) y el mantenimiento de una competencia estratégica sin afectar lo esencial del comercio bilateral. El caso de desacople se ilustra por las decisiones tomadas por el presidente Trump aplicando aranceles a una muy amplia variedad de productos chinos entre 2018 y 2019. Si bien la administración del presidente Biden mantuvo la mayoría de esos aranceles, su posición viró hacia la protección de las industrias estratégicas como las de semiconductores y autos eléctricos (aranceles fijados en mayo de 2024). La Unión Europea acompañó esta tendencia (restricción en importación de paneles solares y autos eléctricos).

A la vez, China ha recuperado parte de su crecimiento, que actualmente se estima en un 5,3% y ha encarado una nueva política industrial para alcanzar un liderazgo mundial en productos y servicios de inteligencia artificial. Su argumento frente al proteccionismo de sus principales clientes es que su producción por encima del consumo interno en los bienes aludidos ayuda a acelerar la transición internacional hacia actividades acordes con las necesidades ambientales.

Por el momento, las relaciones bilaterales se han movido lentamente sin afectar seriamente los flujos comerciales totales, pero para el futuro próximo se abre un interrogante teniendo en cuenta el recambio de presidente en los Estados Unidos que podría traer la novedad de una victoria del candidato Trump y los ya acontecidos cambios de composición en el Parlamento Europeo hacia una posición más conservadora. El riesgo más serio para la Argentina sería una mayor presión de los insumos y bienes de capital chinos de importación a través de un menor precio, desplazando a otros proveedores como Brasil o Alemania. Este riesgo sería difícilmente compensado por una mayor demanda de nuestros productos agroindustriales ya que en el pasado reciente China buscó dar prioridad a las importaciones desde Brasil para cubrir su mayor
demanda alimentaria.

El cambio de políticas en los Estados Unidos también afectaría las relaciones comerciales con la Argentina debido al comentado viraje hacia un mayor proteccionismo comercial y bajo una impronta geopolítica de autarquía. En cuanto a la UE, el Mercosur sigue teniendo pendiente la firma del acuerdo comercial bilateral que ya contaba con objeciones parlamentarias en Europa y será de difícil concreción en medio de un clima en el que los productores agropecuarios locales se sienten amenazados por las exigentes iniciativas medioambientales europeas y enfrentan los riesgos de una mayor importación desde Ucrania, a lo que se sumaría la competencia creciente con los países de Mercosur. Esta opinión prevalece aún cuando las cuotas agroindustriales que se ampliarían en el comercio bilateral bajo el potencial acuerdo son muy poco ventajosas para el bloque latinoamericano.

A estos factores de riesgo externo se suman también las graves tensiones por los conflictos armados que involucran indirectamente a los países occidentales (invasión rusa a Ucrania y conflicto de Gaza) y cuya resolución no está aún a la vista. Estos conflictos han derivado en distorsiones de las rutas de transporte internacional para más del 15% del comercio mundial, aunque sin afectar directamente a nuestro país, por el momento.

Por último, y ya en la órbita de nuestra propia estrategia internacional, la reconsideración del posicionamiento argentino por el gobierno de Presidente Milei ha afectado nuestra relación con varios países latinoamericanos, generando algunos conflictos diplomáticos. Los casos de Chile y del Brasil como nuestro principal socio comercial son los más significativos.

En el primer caso se han sucedido una serie de altercados originados por ambas partes en el campo de la defensa nacional que, aunque menores, no se condicen con la condición de aliados estratégicos de ambos países. Debe recordarse que la Argentina y Chile comparten una larga frontera (la tercera más larga del mundo después de la de Estados Unidos y Canadá y la de Rusia con Kazajistán) y han superado importantes tensiones a fines de los 70 acumulando una experiencia que constituye un valioso patrimonio a conservar.

El caso de Brasil reviste significativa importancia. Nuestro país debe co-administrar el acuerdo del Mercosur con Brasil, Uruguay y Paraguay. Lamentablemente, desde la presidencia argentina se ha decidido no asistir a la Cumbre de Presidentes y reuniones preliminares que se llevan adelante entre el 4 y 8 de julio. Además de la cumbre, la cita incluirá las reuniones de la Comisión de Comercio del Mercosur y del Grupo Mercado Común.

Todas estas reuniones corresponden a las instancias superiores de la toma de decisiones dentro del bloque. En esta ocasión, la Presidencia pro-tempore pasará desde Paraguay a Uruguay por los próximos 6 meses. Las razones de esta ausencia argentina obedecerían a circunstancias de disensos personales que parecen alejarse de la idea de construir una estrategia externa sobre la base de los intereses nacionales de largo plazo. Sin duda, aún admitiendo las dificultades de progreso que ha tenido el Mercosur, es muy difícil pensar que un “desacople” económico entre Brasil y nuestro país sea favorable para nuestro crecimiento futuro.

En síntesis, la Argentina transita un año comercial externo que va mejorando y podría ser el comienzo de un cambio importante hacia un patrón más diversificado de productos y hacia alianzas estratégicas más inteligentes con nuestros principales socios. No obstante, hay riesgos externos que deben monitorearse y posiciones políticas locales que son difíciles de interpretar como parte de la construcción de una estrategia internacional que dé prioridad a una economía más abierta en el mediano plazo.

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