Un Día de la Industria con sabor a poco

Silvia Naishtat
Desde 1941, cuando se estableció el 2 de septiembre como Día de la Industria, la fecha siempre se celebró. Aún, en los años más oscuros del país. Se trata de conmemorar la primera exportación registrada en 1587. Y en lo que es un debate que no se extingue con el paso del tiempo, algunos historiadores sostienen que se parte de un equívoco, ya que en aquel lejano 2 de septiembre no solo zarpó desde el Riachuelo rumbo a Brasil un cargamento con cubrecamas, tejidos, sombreros y bolsas de harina, producidos en Santiago del Estero. También, barras de plata de contrabando.

Lo cierto es que en este 2014 no hay festejo en la UIA, que representa al grueso de los industriales. En la tradicional sede de Avenida de Mayo no han previsto siquiera un brindis de ocasión y reina un silencio sepulcral relacionado con el desplome de la actividad.

Came, que aglutina a comercios y pymes, decidió celebrarlo con un seminario que superó con 1.200 inscriptos la capacidad del salón más grande del Intercontinental. La asistencia se relaciona a la promesa de oradores que cubren el arco de los presidenciables. Desde Macri, Sanz, Cobos, Binner, Massa y hasta Carrió. El cierre se lo reservaron a Daniel Scioli.

Cristina prepara una cena en Tecnópolis el próximo 10 de septiembre. Pero con la segura sanción de la ley de Abastecimiento, rechazada por un buen número de cámaras empresarias, se anticipa el faltazo de las principales figuras.

Puesto a explicar el cuadro de situación, Bernardo Kosacoff, profesor de la UBA y de la Di Tella, distingue tres etapas en la gestión kirchnerista. “Entre 2003 y 2008 hubo una recuperación espectacular con exportaciones de valor agregado. De 2008 a 2011 padecimos la crisis internacional y desde 2011 la industria dejó de crecer y de generar empleo por un fenómeno combinado de suba de costos, reducción de márgenes y derrumbe de la inversión”.

-¿Hay salida?, se le pregunta.

-Claro que sí. En los años de recuperación, Argentina amplió su mercado, que hoy es el doble que en 2001. Además, las empresas no están endeudadas, con lo que encararán mucho mejor una nueva etapa.