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17/01/17 | Noticias

¿Hacia dónde va la macroeconomía argentina?

Image Por Martin Guzman *

El 2017 nos recibe con una economía argentina que no encuentra su rumbo. Las políticas económicas que se implementen este año determinarán si finalmente se encamina a la macro por un sendero consistente, o si se emprenderá el camino errático de subas y bajas acompañado de un crecimiento de la deuda que tarde o temprano terminaría mal.

El 2016 nos dejó a una economía en situación de estanflación, con el desempleo en alza, y un crecimiento de la deuda pública que empieza a alarmar.

El crecimiento de la deuda en parte es la consecuencia de recibir un déficit fiscal que hacía inevitable recurrir al uso del crédito externo, ya que un ajuste fiscal en esas condiciones hubiera sido destructivo. Pero también en parte se debe a que el mal manejo de la macroeconomía durante el primer año de gobierno de Macri llevó a una caída del nivel de actividad mayor a la que el gobierno proyectaba, lo que redundó en menores ingresos para el fisco, o sea, más déficit fiscal que fue financiado con deuda. La incógnita es si el gobierno de Macri podrá revertir esta tendencia.

El endeudamiento es efectivamente un problema mayúsculo, pero hay que ser razonables con la estrategia que se elija para atacarlo. Una posición es aquella que sugiere contraer la política fiscal para resolver el problema del déficit y así detener el crecimiento de la deuda, lo que según esa historia generaría credibilidad que impulsaría a la inversión y al nivel de actividad. El argumento sugiere que no hay que caer en la tentación de querer evitar ese camino por ser un año electoral. Pero el problema con ese camino no es que sea malo por ser año electoral; el problema es que es erróneo. En condiciones como las actuales, contraer la política fiscal simplemente deprimiría más al nivel de actividad, y ni siquiera aseguraría resolver el problema del déficit fiscal, pues menos actividad implica menor recaudación fiscal.

Es cierto que para revertir la dinámica perversa de endeudamiento hay que resolver el problema del déficit fiscal, pero para achicar el déficit fiscal hay que recuperar el nivel de actividad. Y a su vez, una reactivación sostenible requiere que la economía sea más competitiva, lo que para distintos sectores quiere decir distintas cosas.

En los sectores predominantemente transables, se tiene que poder competir a los precios internacionales. Y si esos sectores generan renta, el estado tiene que lograr capturarla y usarla sabiamente. Mientras que recuperar el nivel de actividad en el sector no transable requiere que haya demanda por lo que allí se puede ofrecer.

La devaluación de diciembre de 2015 buscaba recuperar la competitividad de sectores que la habían ido perdiendo a medida que el tipo de cambio real se había ido apreciando. Pero el rápido traspaso a los precios, consecuencia de no hacer nada para ayudar a la economía a que se coordine sobre otro sendero, hizo que la ventaja cambiaria se disipase rápidamente. A su vez, la caída en los salarios reales que ello implicó hizo que la demanda se desplomase, afectando a los sectores dependientes de ella.

Se arranca el 2017 con problemas macroeconómicos parecidos a los de 2016, pero con menos espacio para continuar endeudándose. Encontrar un rumbo sostenible requiere que el gobierno abandone el pensamiento iluso que lo caracterizó en 2016 y se embarque en un programa cuyo foco sea recuperar el nivel de actividad de una forma sostenible. Ya se perdió un año y con ello se perdieron recursos y se provocó más sufrimiento social para los más vulnerables. Ahora es más difícil manejar esta transición, pero también es más urgente.

* Es Investigador Asociado
de la Escuela de Negocios de Columbia
University (Nueva York, EE.UU.) y
Profesor Asociado de la FCE de la UBA

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